Javier Milei llegó a Mar del Plata el viernes al mediodía en avión y, luego, un helicóptero lo trasladó desde el aeropuerto Astor Piazzolla hasta el hotel Sheraton. Salvo Alberto Fernández, nunca un Presidente había viajado en una areonave casi hasta la entrada del Coloquio de Idea. Tampoco nunca se había contado con un operativo de seguridad tan férreo. A la hora del arribo, la zona del Golf Club estaba vallada varias cuadras a la redonda. Dentro del hotel, los empresarios y periodistas debían atravesar tres controles para entrar al salón donde se anunciaba su presencia. En el último, se los hacía girar para pasarles un detector de metales y los policías exigían que abrieran sus bolsos y mochilas para ver qué llevaban dentro. Las puertas del salón se mantendrían cerradas, con imposibilidad de entrar y salir, mientras se desarrollara el discurso.
Nadie se animó a quejarse. Al invitado estelar de la 60° edición del Coloquio, que nuclea a algunos de los empresarios más poderosos del país, le prepararon todo con esmero para que se sintiera a gusto. Hasta le colocaron un cajón, sin que se viera, para que estuviera más alto y mejorara su presencia frente al atril.
El jefe de Estado devolvió las gentilezas. Con un tono menos confrontativo del que se esperaba, dijo que su administración encaró un ajuste inédito de más de seis puntos del PBI, que él está dispuesto a pagar los costos de semejante audacia, que la emisión y el déficti cero son innegociables, que se terminaron pra siempre los piquetes, que pronto vendrá una oleada de dólares y que no se olvida de que en campaña prometió dolarizar la economía y cerrar el Banco Central. También sostuvo lo que venía diciendo en algunas entrevistas: que lo quieren desestabilizar. Aunque no sería tan así.
En privado afirma que esos fantasmas se esfumaron entre enero y marzo, cuando la situación era más delicada por el desafío que planteaba la liberación de precios, la escasez de dólares y las advertencias de un sector de la política tradicional, que apostaba a que su mandato se interrumpiría de un día para el otro. En Mar del Plata, Milei contó que el símbolo de aquellas profecías fue el video de Enrique “Pepe” Albistur comiendo pochoclo en la playa, en el que auguraba el final antes de Semana Santa.
Durante los 72 minutos que duró su disertación, el auditorio lo interrumpió para aplaudirlo en quince oportunidades. El espíritu optimista que se palpó en las mesas de empresarios durante los tres días de deliberaciones parecía contrastar con el humor social de quienes transitan una vida menos confortable, al menos en cuanto a la calidad de ingresos. La merma en la imagen presidencial y la recesión mantienen en estado de alerta al Gobierno, que insiste -como hicieron Milei y Luis Caputo- con que lo peor ya pasó y que solo puede esperarse el rebote de la actividad económica. Pero un frío helado les corre de tanto en tanto a quienes trabajan para proteger la popularidad de Milei y, sobre todo, para reforzar su estrategia de mostrarse firme, pese a las debilidades.
Una cosa es gobernar sin intendentes ni gobernadores propios, con solo 39 diputados y 6 senadores, pero con un apoyo popular contundente y, otra, hacerlo con un creciente descontento. Las promesas de un futuro mejor se alargan en el tiempo. De ahí, quizá, que hasta Santiago Caputo y Karina Milei hayan empezado a aceptar que La Libertad Avanza debe dirigirse hacia algún tipo de acuerdo con el PRO de Mauricio Macri.
Las elecciones legislativas del año próximo aparecen como telón de fondo, más desde que Cristina Kirchner se lanzó por la presidencia del PJ y sus adláteres dejaron trascender que podría analizar la idea de que volver al ruedo electoral. La ex presidenta atraviesa momentos de bronca. Quienes la visitaron esta semana la oyeron insultar varias veces al aire contra Axel Kicillof porque dejó de someterse a sus designios.
El comienzo del encono entre ambos viene de lejos, pero se mantuvo siempre oculto hasta hace una semanas. La relación se dañó tras la derrota electoral del kirchnerismo en 2021. Cristina intimó entonces al gobernador a viajar al Sur para obligarlo a hacer cambios en el Gabinete. Ese día, Kicillof se negaba a aceptar a Martín Insaurralde. «No tiene nada que ver conmigo», le dijo. Cristina se enojó: «Es lo que te conviene«, le respondió.
Kicillof volvió a Buenos Aires y designó al lomense como jefe de Gabinete. Nunca lograría confiar en él, mientras Máximo Kirchner lo empujaba como candidato a gobernador en detrimento de los deseos reeleccionistas de Axel. El escandaloso viaje al Caribe de Insaurralde con la modelo Sofía Clerici fue una revancha para el gobernador. Lo llamó por teléfono y lo echó el mismo día en que trascendieron las fotos. Cristina, en cambio, vivía momentos incómodos, lo mismo que Máximo.
El vínculo Cristina-Kicillof, se sabe hoy, no volvió a ser el mismo. Ella lo llamó el último 25 de septiembre para saludarlo por su cumpleaños. Cristina esperó luego que Axel se expresara en favor de su postulación al PJ. No ocurrió. En privado, Kicillof maldice a La Cámpora y a Máximo; en público, calla. Los cristinistas cuentan que la jefa y su discípulo se reunieron a solas el martes durante tres horas y brindan detalles puntuales de la conversación. Kicillof lo niega. Cuando sus funcionarios le preguntan por las notas en los diarios, dice: «No sé de qué me hablan».
En el Gobierno celebran. Los funcionarios que pasaron por el Coloquio de Idea recibieron palmadas. Es cierto también que recibieron algunas inquietudes por el estilo presidencial y por su decisión de abrir tantos conflictos al mismo tiempo. Uno de los ministros les respondió: “La Argentina necesita un loco que vaya al frente y que no tenga macha atrás”. Y agregó: “Javier no es político, no le importa si pierde 10 puntos de imagen por sostener lo que piensa”.
A Milei y a sus principales asesores son pocas las cosas que los intimidan. Pero desde hace varios meses hay algo que les genera terror: que la oposición consiga los dos tercios de los votos para voltear los vetos. Ese sería hoy el límite que el mileísmo no podría soportar. El fin de la magia. El veto es el último recurso de Milei para que no le doblen la mano. Encima, la oposición trabaja en el Congreso para cambiar el mecanismo de ratificación.
El día que el oficialismo vio caer el DNU de los gastos reservados de la SIDE entendió que, si esos dos tercios se trasladaba a otros debates más sensibles -por entonces merodeaba la discusión por la fórmula de movilidad jubilatoria y los gastos de las universidades- el tránsito hasta 2025 iba a volverse demasiado pesado. “El primero que reacciona es el mercado y es lo que no podría soportar este Gobierno: un tembladeral que se traslade enseguida al dólar y a los precios”, dicen en la Casa Rosada.
Macri aprovechó el tratamiento del último veto en el Parlamento, el de la Ley del Finaciamiento Universitario, para darles una suerte de ultimátum a sus aliados. Después de varios días de intriga, se puso a trabajar para que los diputados sostuvieran la determinación presidencial, aunque avisó que si los libertarios solo iban a recurrir al PRO en casos de extrema necesidad, más temprano que tarde se iban a encontrar con un paredón. Milei intervino en favor de la paz.
El macrismo recogió los primeros frutos esta semana. Macri acercó varios nombres para el nuevo equipo de Energia, tras la salida de Eduardo Rodríguez Chirillo, entre ellos, a su reemplazante, María Tettamanti. También Macri aportó al nuevo vicecanciller, Eduardo Bustamante. El fundador del PRO mantuvo, a la vez, un nuevo encuentro con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, quien -como adelantó Clarín el domingo pasado- charló con Milei sobre la posibilidad de cederle al PRO varios puestos en la secretaría de Trabajo. El líder libertario le dio su consentimiento.
La Libertad Avanza procura una mejor convivencia con el PRO mientras se multiplican los frente abiertos, que no se detienen en la economía ni en la política. En los últimos tiempos, el Gobierno le declaró la guerra a la Asociación del Fútbol Argentino, que comanda Claudio “Chiqui” Tapia, cuando decretó el aval a las Sociedades Anónimas Deportivas. Desde entonces, la AFA se puso en guardia y decidió enfrentar al Presidente. El jueves pasado, el organismo desoyó un dictamen de la Inspección General de Justicia que impedía la reelección anticipada de Tapia. Los clubes, con 44 votos a favor (Estudiantes y talleres no estuvieron presentes) lo eligieron hasta 2028. El mileísmo mantiene la amenaza de intervenir la AFA.
La primera represalia llegaría en las próximas horas. El Gobierno tiene listo el decreto que establece la creación de una comisión para discutir el régimen previsional de los futbolistas. El texto apunta a dejar sin efecto un beneficio que les dio a los clubes la gestión anterior en medio de la campaña electoral. La cuestión se abordó el jueves en una charla entre el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el ministro de Transformación y Desregulación, Federico Sturzenegger. ”Vinimos a hacer esto, a desregular y a achicar los gastos del Estado”, dicen los colaboradores de Milei.
A Sturzenegger lo cargan en las reuniones de Gabinete. “Todas las noches espero el tuit del Coloso para ver qué desregulación hizo ese día”, bromea Milei. Hay quienes dicen que el ministerio de Sturzenegger debería cambiar de nombre y pasar a llamarse Ministerio de la Felicidad. Los inhibe solo una cosa: que ya hay uno denominado así en Venezuela, creado hace un año por Nicolás Maduro.