Durante mucho tiempo hablar de las emociones fue un tabú. En especial para generaciones criadas bajo la consigna del “todo está bien” y el mandato de no mostrarse vulnerable, expresar tristeza, miedo o frustración era interpretado como signo de debilidad. La fortaleza se asociaba con reprimir, con avanzar sin mirar hacia adentro. Las cosas cambiaron bastante.
En la actualidad, cada vez más voces —desde la psicología, el arte y el entretenimiento— abogan por la necesidad de recuperar un lenguaje emocional sincero. Se empieza a entender que expresar lo que uno siente no solo es legítimo, sino esencial para la salud mental, los vínculos y la creatividad.
El músico colombiano Camilo Echeverry es uno de estos referentes. Con una gran sensibilidad y una forma de hablar directa y sin poses, se convirtió en un símbolo de autenticidad para millones de personas. Su música, sus entrevistas y su presencia pública están marcadas por una disposición a sentir y a nombrar lo que siente. En su reciente participación en el ciclo Aprendemos Juntos 2030 organizado por BBVA, esa mirada emocional fue el eje central de una conversación profunda con algunos de sus fanáticos.
“Yo celebro que eso esté cambiando”, dijo Camilo con entusiasmo cuando le preguntaron si hoy se habla más de emociones que antes. Para él, el cambio es necesario y urgente. “La vulnerabilidad es ser capaz de abrir las puertas y exponernos con nuestras luces y sombras. Y saber que no te hace más débil, te hace más poderoso”.
Camilo compartió su experiencia como padre y cómo aprendió a hablar de sus emociones con su hija. “Le conté a mamá que estaba triste. Nos dimos un abrazo y, de repente, me sentí mejor. Y al otro día ya estaba más tranquilo”. Para él, ofrecerle ese espacio a su hija es también una forma de sanar su propia infancia: “No tengo una sola memoria de mi papá o de mi mamá diciendo ni que tenían miedo, ni que estaban triste. Era como si esas emociones no existieran”.
Emociones que conectan
“Yo me canso de encontrar a gente en la calle que me dice: ‘En la pandemia, nos juntábamos en la familia y poníamos tus canciones… y era como si estuviéramos todos en un lugar más chévere’”, contó Camilo. Para él, la música es una herramienta emocional y transformadora: “Cuando cierras los ojos y pones una canción que te gusta, tú te vas. A algún lado, diría uno. Es increíble”.
Relató también historias conmovedoras, como la de una chica que acompañó a su padre enfermo a sesiones de quimioterapia mientras escuchaban sus canciones en el auto. “Se convirtió en un vínculo de dos personas”, dijo emocionado.
El camino de la autenticidadPara Camilo, en un mundo obsesionado con las métricas y la competencia, lo más liberador fue aceptar que nadie puede ser mejor que él mismo. “Yo no seré el mejor guitarrista del mundo, pero para tocar como Camilo… Nadie toca como Camilo mejor que yo”.
Contó que durante años quiso impresionar, destacar, lograr. Hasta que un día se detuvo: “Voy a dedicarme a hacer lo que a mí me gusta. Aunque no le guste a nadie”. Y descubrió que “el momento en el que uno ya deja de perseguir las cosas, las cosas lo alcanzan a uno”.
“Cuando uno dice: ‘Lo que yo soy es suficiente’, empieza a darse algo sustancialmente más interesante”, afirmó.
Emoción, creatividad y límites
El músico también habló del miedo al fracaso creativo y cómo vencerlo. “Si lo hago, puede que me vaya re mal. Pero si no lo hago, se me pudre el espíritu y mi relación con mi creatividad”.
Por eso, defiende actuar a pesar del temor: “Hay mucho más que temer en no hacerlo que en hacerlo”.
A su vez, reivindicó el poder de los límites: “Mientras más me limito, más me libero”. Según él, reducir las posibilidades, lejos de empobrecer, potencia la creatividad. “Dichoso el que tiene poquitas cosas porque las puede organizar más fácil hacia la creatividad”.
Ser emocional es ser revolucionario
El compositor no esquiva la palabra “revolución” cuando habla de las emociones. Para él, el amor, la empatía y la expresión emocional son propuestas transformadoras.
“El amor es una propuesta revolucionaria. Es la más revolucionaria en el mundo de hoy”, sostiene con una seriedad enternecedora.
“Nos hemos inventado mil maneras de odiarnos… Y formas de no sentirnos tan mal mientras lo hacemos”, advirtió. Pero para él, el amor —y por extensión, el reconocimiento del otro y sus emociones— es un camino pendiente: “Todavía no hemos terminado de explorar el universo tan complejo y tan fantástico del amor”.
En tiempos donde mostrarse frágil puede parecer un riesgo, Camilo apuesta por lo contrario. “Cuando tú le permites a un niño llorar y lo abrazas, estás haciendo una sanación tremenda ahí de un cóctel interno”, dijo, y cerró con esperanza: “Me da ilusión pensar que haya gente que vea un clip de esta conversación y desarrolle una nueva relación con su vulnerabilidad”.