El dato, de por sí, es alarmante: desde el inicio de este año, los intereses devengados por la deuda del Tesoro nacional en pesos superan, mes a mes, el total de los recursos que demanda el pago de jubilaciones y pensiones del sistema previsional nacional.
Y ello sin contar el salto brutal que pegará ese monto de intereses a pagar mes a mes desde julio y más aun en agosto, por los más de 5 billones de pesos en bonos colocados esta última semana con la licitación de títulos y letras que vencen cada 15 días, ofreciendo tasas mensuales de interés de hasta el 3,3 por ciento, o efectivas anuales de más del 40 por ciento.
La primera reflexión a partir de ese cuadro de situación es que el gobierno está practicando «un juego peligroso». Toma deuda con la única perspectiva de poder renovarla a cada vencimiento. Pero cada vez más –como se vio esta semana– queda atado a las condiciones que le fijen los acreedores, en este caso los bancos locales, que adoptarán las condiciones de renovación a su voluntad o necesidades.
Si el gobierno no las acepta, deberá pagar, volcando a manos de los financistas una disponibilidad de pesos que desbordará sobre el mercado cambiario con consecuencias no imaginables en materia del valor del dólar. Y si el gobierno no paga o impone un «reperfilamiento» de los vencimientos, es posible que ingrese en una crisis terminal, como lo ocurrió a Macri en 2019.
El gobierno destina cada vez más recursos al pago de intereses para apuntalar un modelo económico que sólo se sostiene en un endeudamiento que crece como bola de nieve, mientras insiste en ajustar en forma salvaje el gasto social y amenaza con vetar una modesta actualización jubilatoria votada por el Congreso.
El «Dibu» de la Premier League
Si los intereses de la «deuda interna» por sí solos ya superan al principal gasto del sector público (el pago de jubilaciones), ¿cómo es posible que el presidente de la Nación y su ministro de Economía sigan ufanándose de tener superavit en las cuentas públicas?
La respuesta es que Milei y Caputo recurren a una falacia contable para mostrar un superávit que no es tal y ocultar un estado de cuentas propio de una crisis que va madurando hasta caer por su propio peso.
«El tan mentado superávit fiscal no es más que una ilusión contable: la deuda pública crece a un ritmo que no sólo lo anula, sino que compromete gravemente el futuro económico del país», advirtió Claudio Lozano, ex diputado nacional y ex director del Banco Nación.
Según los resultados fiscales que informa el gobierno,en el primer semestre del año se obtuvo un «superávit financiero» de 3,1 billones de pesos. Pero ese resultado no computa que en el mismo período «se acumularon intereses impagos por 30,1 billones de pesos, lo cual arrojaría un déficit real de 27 billones», señala un informe elaborado por Ipypp, el instituto de investigación económica que dirige Lozano.
Los números, en detalle
En detalle, las cifras que fundamentan dicha información del Ipypp (Instituto de pensamiento y políticas públicas), en base a datos del Ministerio de Economía, surgen de la comparación entre el Gasto mensual de Jubilaciones y Pensiones del sistema previsional nacional y la Capitalización de Intereses del vencimiento mensual de los principales títulos de la deuda nacional en pesos: LECAP, Boncap, LEFI y PR17.
Los pagos previsionales de las asignaciones son muy estables: 3,8 billones de pesos en enero, 3,9 billones en febrero, que se repiten en marzo; 4 billones en abril, 4,2 billones en mayo, y en junio, incluido el medio aguinaldo, se elevó a 6,2 billones. Vale recordar que cada billón es un millón de millones de pesos.
La «capitalización de intereses» que menciona el informe de Ipypp se refiere al monto de intereses que vencen mensualmente, pero en vez de pagarse se «capitalizan», es decir que constituyen una deuda adicional de capital con el acreedor. Es una forma de postergar el pago, pero al mismo tiempo ir aumentando permanentemente la deuda.
Por ejemplo: una deuda con el poseedor de Lecaps con vencimiento a tres meses, suscripta a una tasa de interés del 3% mensual, por un millón de pesos, al fin del primer mes debería pagar 30 mil pesos de intereses; si no se pagan, se suman al capital adeudado, que ahora será de 1.030.000 pesos. Al fin del segundo mes, el interés a pagar será de de 30.900 pesos (3% del capital acumulado), y si no se paga se suma a la deuda (ahora, de 1.060.900). Y al final del tercer mes, corresponderán pagar intereses por 31.827 pesos. Lo que viene haciendo la secretaría de Finanzas, es renovar el total de la deuda a cada vencimiento, incluido los intereses. Con lo cual, si no paga ni la deuda ni sus intereses, el total de deuda a renovar será de 1.091,827 pesos.
Pero la cuenta corriente presupuestaria no mostrará salida alguna de fondos, porque nunca se pagaron efectivamente intereses y sólo se incrementó el monto de deuda. Sólo así es posible mostrar un resultado con superavit financiero.
En cambio, si se computa la capitalización de intereses mes a mes, como hizo Ipypp en su informe, se verifica que en enero fueron por 3,8 billones de pesos y en febrero de 3,7 billones. Es decir, apenas por debajo del gasto mensual en jubilaciones y pensiones. Pero en marzo la capitalización de intereses llegó a 5,1 billones, en abril a 4,8 billones y en mayo trepó a 6,5 billones de pesos, muy por arriba del gasto mensual en haberes previsionales. Incluso en junio, cuando las jubilaciones se pagan con el medio aguinaldo, la capitalización de intereses superó el gasto previsional, al sumar 6,3 billones de pesos.
«Una bomba de tiempo»
El informe señala que «esta dinámica, ya evidente desde 2024, cuando el resultado financiero fue de $1,7 billones pero se acumularon intereses no pagados por $14 billones, revela que el llamado “superávit libertario” es puramente contable y se sostiene sobre una bicicleta financiera cada vez más explosiva».
En referencia a la megalicitación de la última semana, cuando para intentar parar la corrida la conducción económica salió a «pasar la aspiradora» sobre los fondos líquidos en poder de los bancos, Ipypp apunta:
«En lugar de consolidar un sendero de estabilidad, el gobierno profundiza su dependencia de emisiones de deuda a tasas cercanas al 40% y con vencimientos cada vez más cortos, configurando una verdadera bomba de tiempo».