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ChatPTS responde: por qué la corrupción es inevitable en el sistema capitalista?

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La corrupción es inevitable en el sistema capitalista porque está inscripta en su propio funcionamiento y lógica. No se trata de hechos aislados ni de “manzanas podridas”, sino de una consecuencia estructural de cómo se organiza la economía y la política bajo el capitalismo.

El objetivo central del sistema es la obtención de ganancias privadas, y para eso, los grandes empresarios y políticos se entrelazan en una red de favores, coimas, evasión de impuestos y negociados que atraviesan todos los niveles del Estado y la economía.

La corrupción es parte del “modus operandi” normal del capitalismo global, donde la evasión fiscal, el lavado de dinero y el fraude no son excepciones, sino reglas del juego para maximizar ganancias y proteger fortunas en paraísos fiscales[.

Marx ya señalaba que el fraude, el robo y la corrupción jugaron un rol fundamental en la formación de las grandes fortunas capitalistas, y que el Estado, lejos de ser un árbitro neutral, es una “junta administradora de los negocios de la burguesía”. Engels también advertía que incluso en las formas más democráticas del Estado, la riqueza ejerce su poder de manera indirecta pero segura, ya sea mediante la corrupción directa de funcionarios o a través de la alianza entre el gobierno y los grandes grupos económicos.

La corrupción es inherente al capitalismo porque el sistema se basa en la propiedad privada de los medios de producción y en la competencia feroz entre capitalistas. Esto lleva a que los empresarios busquen constantemente ventajas sobre sus competidores, muchas veces recurriendo a sobornos, favores políticos y maniobras ilegales o “alegales” para asegurarse contratos, licitaciones o beneficios impositivos. El Estado, lejos de controlar efectivamente estos mecanismos, suele ser parte activa del entramado corrupto, garantizando los negocios del gran capital y funcionando como guardia permanente de sus intereses.

Además, la corrupción no es exclusiva de países “atrasados” o periféricos: en Estados Unidos, por ejemplo, la corrupción se expresa en el financiamiento legal de campañas políticas por parte de grandes empresas, el lobby empresarial y la evasión fiscal masiva de multimillonarios. En Europa, la evasión y el fraude fiscal también son moneda corriente, y los escándalos de corrupción atraviesan a todos los partidos capitalistas.

Por último, la corrupción es funcional al sistema porque permite llenar el hiato entre el discurso oficial del Estado como representante del “interés general” y su realidad como defensor de los intereses de la clase dominante. No hay “honestos” de un lado y “corruptos” del otro: todos los partidos capitalistas han sido y son parte de negociados y corruptelas diversas. Las coimas y los negociados que indignan al pueblo trabajador son apenas una pequeña fracción del saqueo permanente que implica el capitalismo, con fuga de capitales, endeudamiento externo y apropiación de la riqueza social por una minoría.

En síntesis, la corrupción es inevitable bajo el capitalismo porque responde a la lógica misma del sistema: la búsqueda de ganancia privada, la competencia sin límites, el entrelazamiento entre empresarios y políticos, y la función del Estado como garante de los negocios capitalistas. Por eso, la única forma de terminar de raíz con la corrupción es terminar con el propio sistema capitalista y construir una sociedad donde los trabajadores controlen democráticamente la economía y el Estado.

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