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La inflación más baja desde la pandemia en Córdoba: el 1,5% de julio es el menor nivel en cinco años

Julio cerró con una inflación del 1,5% mensual, el registro más bajo desde 2020, cuando la pandemia forzó una parálisis global que enfrió precios y actividad. El dato, que representa un hito para el Gobierno Nacional, contrasta de forma cruda con lo que ocurre en los hogares: caída del consumo, hambre y una creciente dependencia de la asistencia estatal.

La desaceleración inflacionaria —a la que el presidente Javier Milei considera uno de los principales logros de su gestión— no ha traído alivio tangible a millones de argentinos. En Córdoba, los datos del Instituto de Estadísticas del Trabajo y la Economía (IETSE) son contundentes: más del 57% de los hogares no logró acceder a la Canasta Básica Alimentaria durante julio. Y entre quienes sí lo hicieron, un 72,5% lo logró gracias a programas como AUH, Tarjeta Alimentar o becas.

El dato de inflación aislado puede dar la sensación de una mejora, pero cuando se lo pone en contexto, lo que se ve es una caída muy fuerte del consumo, que explica buena parte de la baja”, explicaron desde el IETSE. Según su informe, la inflación interanual fue del 37,2%, y la acumulada en 2025 llegó al 17,1%. Pero el volumen de alimentos vendidos en comercios de cercanía cayó un 19% en comparación con julio de 2024.

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Una familia de cuatro integrantes necesitó $ 1.493.330 para no ser pobre y $ 794.384 para superar la línea de la indigencia en el pasado mes. En otras palabras: los precios dejaron de subir, pero también dejaron de comprarse. “La gente ya no estira el mango. Directamente no lo tiene”, sintetizó un comerciante del barrio Empalme, que reconoció vender un 30% menos que hace un año.

Alarma en las comidas

La situación alimentaria es alarmante. Un 10,5% de los hogares encuestados dijo que al menos un integrante comió solo una vez o no comió en todo un día, y el 50,1% admitió haberse salteado alguna comida por no tener qué llevar a la mesa. El 30,7% declaró haber sentido hambre sin poder satisfacerlo.

La mayoría de los hogares se sostiene con crédito o fiado: un 88,9% dijo haber financiado sus compras de alimentos con tarjeta, préstamos o directamente pidiendo. El 18,6% reconoció haber tenido que pedir comida o dinero para comer, vender pertenencias o recurrir a comedores populares.

En lo subjetivo, el informe del IETSE también revela un estado de ánimo social que se debate entre la resignación y la incertidumbre: el 54% de los hogares dijo estar igual que hace un año, un 32% peor, y apenas un 14% percibe alguna mejora.

De cara al futuro, la esperanza escasea. Un 78% de los hogares espera estar igual a fin de año, un 13% cree que su situación empeorará, y solo un 9% se imagina mejor.

Respecto al Gobierno Nacional, la palabra más repetida en la encuesta fue “estabilidad”, una suerte de reconocimiento al freno inflacionario. Pero junto a ella surgieron conceptos como “ajuste”, “jubilados”, “poder adquisitivo” y “justicia”, que reflejan la tensión entre los logros macro y las heridas sociales que deja el camino elegido.

Conclusión: precios en calma, estómagos vacíos

Que la inflación sea baja no significa que la situación esté mejor. Para muchas familias cordobesas, el problema dejó de ser el precio del pan y pasó a ser la ausencia total del pan. En ese contexto, la estabilidad puede convertirse en un espejismo si no viene acompañada de un repunte del empleo, el ingreso y la producción. De lo contrario, como advierten los especialistas, “la caída de la inflación puede ser un reflejo de la recesión más que de una recuperación real”.

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