En medio de la implementación de reformas profundas para restaurar la cultura del esfuerzo en la Argentina, el Gobierno de Javier Milei se enfrenta a una nueva muestra de cómo el sistema anterior había cedido terreno al oportunismo y a la trampa. El Examen Único de Residencias Médicas —instancia clave para acceder a una formación profesional de excelencia en el sistema público— quedó envuelto en un escándalo que involucra prácticas de fraude académico ejecutadas con tecnología de punta por postulantes, en su mayoría extranjeros.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, confirmó el jueves pasado que “ha habido una investigación que relevó resultados sospechosos en el examen de aspirantes a residencias médicas, incongruentes con los antecedentes académicos de sus universidades y con sus promedios de carrera”. Esta declaración, que generó una fuerte repercusión entre los profesionales recién recibidos, se enmarca en una situación que venía gestándose desde hace un mes, cuando el Gobierno nacional anunció un “nuevo esquema soberano” para la selección de residentes, orientado a priorizar a quienes se han formado íntegramente en el país.
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El anuncio oficial afecta directamente a quienes hayan alcanzado 86 puntos o más en la evaluación del 1° de julio —en su mayoría egresados de universidades extranjeras— y habilita al Ministerio de Salud a “suspender el orden de mérito vigente, reprogramar el cronograma y convocar a un nuevo examen”, según explicó Adorni. ¿El motivo? La aparición de calificaciones “sospechosas, como puntajes mayores a 90 y 85 obtenidos por estudiantes recibidos en universidades extranjeras, cuyos alumnos no solían figurar entre los primeros 500 puestos” del ranking.
La principal novedad es el uso de dispositivos tecnológicos como herramientas de fraude. Se viralizó un video donde se muestra cómo un postulante extranjero —identificado como Alejandro David Castillo Adrián, de nacionalidad ecuatoriana— rindió el examen utilizando anteojos Ray-Ban Meta con cámara incorporada, filmando el contenido de la prueba. El material era enviado desde el baño, donde los implicados tenían acceso a sus celulares, a terceros que resolvían las preguntas desde afuera. Luego, los candidatos volvían al aula con las respuestas.
Este modus operandi, sofisticado pero efectivo, incluía múltiples salidas al baño de los implicados, desentonando con el comportamiento del resto de los aspirantes. La mecánica resultó en saltos estadísticos inusitados: universidades que nunca habían logrado ubicar estudiantes entre los primeros 500 del ranking, de pronto posicionaron a varios entre los primeros 30. “La curva estadística directamente se rompe”, señalaron fuentes del Ministerio.
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Este tipo de prácticas ya venía siendo sospechada en años anteriores, pero en esta edición del examen las estrategias de copia alcanzaron un nivel tecnológico inédito. El uso de anteojos con cámara y el aprovechamiento de momentos sin supervisión estricta —como las idas al baño— expone una nueva dimensión del problema.
En este contexto, resulta clave destacar que muchos de los títulos extranjeros involucrados carecen de aval internacional. Según la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU), el Consejo de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (CACES) de Ecuador —equivalente a la CONEAU en ese país— “no cuenta con reconocimiento por parte de la World Federation for Medical Education (WFME), ni ha sido validado por el Sistema Iberoamericano de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (SIACES), ni por el Mecanismo de Acreditación Regional del MERCOSUR (ARCU-SUR)”. Esto pone en tela de juicio la comparabilidad y confiabilidad de esos títulos frente a los argentinos, los cuales sí poseen validación internacional.
Asimismo, se denunció que en muchas universidades ecuatorianas los promedios académicos no incluyen las materias desaprobadas, generando una distorsión respecto al rendimiento real del alumno. En contraste, en el sistema argentino los aplazos se computan, lo que permite una valoración transparente del desempeño académico.
El caso más emblemático fue el de Castillo Adrián, quien obtuvo un puntaje de 92 sobre 100 en el examen de residencias, a pesar de haber egresado con un promedio de carrera de apenas 61. “Se cagó en todos los que nos rompimos el orto estudiando y en el país que le abre las puertas para seguir formándose sin cobrarle un peso”, denunció indignado otro médico que participó del examen y filtró el video.
Cabe señalar que el operativo de seguridad y fiscalización del examen, realizado en el predio de Parque Roca, estuvo a cargo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, como es habitual por tratarse de su jurisdicción. A pesar de los esfuerzos de control, el uso de dispositivos ocultos y la creatividad de los infractores lograron vulnerar la supervisión, situación que ya está siendo investigada.