Es una de las pocas dueñas de sala en el ámbito comercial, heredera de Lino Patalano, hoy Carla Calabrese es sinónimo del Teatro Maipo. Luego de hacer funciones en Madrid durante varios meses vuelve el musical Come from away. Un mundo sin fronteras para cumplir quinientas funciones en su cuarta temporada, en el escenario donde se estrenó en el 2022. Se mantuvo casi todo el elenco original. Son dieciséis los intérpretes que actúan, cantan y bailan, desde la misma Calabrese que además es la directora hasta Gabriela Bevacqua, Sebastián Holz, Melania Lenoir, Lucila Gandolfo, Fernando Margenet, Argentino Molinuevo, Edgardo Moreira, Silvina Nieto, Agustín Pérez Costa, Fede Couts, Silvana Tomé, Manuel Victoria, Lali Vidal, Patricio Witis y Fátima Seidenari. Cuenta con nueve músicos en escena. Las funciones serán de viernes a domingos con entradas desde $ 15 mil.
—El año pasado lo llevaron a España: ¿qué balance hacés?
—Fue una experiencia muy buena. Había estado en el 2018 haciendo una codirección, con la versión de Sueño de una noche de verano. Ahora fueron seis meses de funciones. El público español estuvo muy receptivo, nos respetan muchísimo a los argentinos como artistas. De alguna manera ellos reconocen que tenemos más experiencia en musicales. Hoy Madrid se está convirtiendo de a poco en una meca de teatro en castellano en Europa.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
—¿Cómo reaccionó el público en comparación con el nuestro?
—Nos recibió con mucho cariño, tardaron un poquito por supuesto en ir conociéndonos. Viajamos todos los mismos que estaban en la puesta en el Maipo. Cuando el boca a boca empezó a funcionar, no pararon más y terminamos muy arriba, con mucho público, éxito y reconocimiento. Esperamos poder volver en el 2026.
—¿Competían con mega producciones como “El rey León” o “Los miserables”?
—La verdad es que estoy acostumbrada a vivir en una ciudad con mucha competencia. La cantidad de títulos que tenemos acá, creo que supera a los que hay en España por una cuestión incluso de infraestructura. Ellos no tienen suficientes salas. Por eso es tan difícil conseguir teatro cuando una quiere ir. Tampoco existen los ámbitos independientes, aquí muchos artistas vienen del off y luego se suman a la escena comercial.
—¿Por qué reponerlo ahora?
—Cuando terminamos acá, antes de irnos a España teníamos muchos espectadores, con demanda de entradas, por eso quisimos cerrar aquí con la cuarta temporada. Serán sólo dos meses en el Maipo y después emprenderemos una gira por Córdoba, Rosario, Mendoza y Tucumán. Iremos a cada una de estas plazas por un fin de semana. Serán en el Maipo sólo ocho semanas, después viene el debut de Adrián Suar como director teatral con un elenco integrado por Julieta Díaz, Soledad Villamil y Pilar Gamboa.
—¿Cuál es el rumbo que imaginás para el Maipo?
—Quiero cuidar la calidad de cualquier producción que venga, que la gente sepa que va a encontrar un nivel artístico, hecho por profesionales, con ética y producciones cuidadas y nada chabacano. Trato de supervisar muchísimo, estar muy atenta. Con Lino (Patalano) hablábamos mucho que ya no funcionaba el mismo patrón de martes a domingo. Por eso ahora hay espectáculos una vez por semana, como El brote que va sólo los martes o El hombre inesperado los jueves. El espectador disfruta más la función cuando hay público, porque el teatro es como una comunión.
—¿Sufriste algún prejuicio por ser mujer y dirigir o ser empresaria?
—Creo que hay prejuicio siempre en la calle Corrientes, pero nunca pensé que era por ser mujer, es en lo último que pienso, porque los hombres siempre me trataron bien. Tuve la sensación por venir desde San Isidro y hacer teatro en inglés. Pero hace mucho tiempo que trabajo incluso de manera muy independiente, porque hacíamos funciones en los colegios y llevábamos nosotros los equipos de luces y sonido. Pero es cierto que somos muy pocas las mujeres que producimos o tenemos un teatro comercial.
—¿Siempre elegís autores extranjeros?
—Hasta ahora hice muchos autores de afuera, es verdad, pero trabajé los diez primeros años con dramaturgos nacionales, pero no en el Maipo. Aquí trajimos una adaptación argentina de Sueño de una noche de verano que firmaron Alice Penn y Emilio Giménez Zapiola. Después presentamos Marco Polo. Es cierto que dirigí obras más grandes que vinieron de Broadway o de Londres, pero no descarto hacer algo propio y volver a gestar desde la escritura un espectáculo.
—¿Será un musical?
—No estoy encasillada en el musical, también dirigí obras sólo de texto. Tienen que ser propuestas que me emocionen, que me tomen el alma y eso no te pasa todos los días. Quiero complejizarme, hacer algo distinto y arriesgarme a crear de cero, que es algo que no hice todavía.
—Integrás la ONG Solidaire que ayuda a refugiados: ¿qué sucede en estos momentos?
—Se incrementó toda la actividad del avión, sacamos ucranianos y los trasladamos a centros de refugiados porque son mujeres y niños. También colaboramos con África, ya que al estar liberada la pesca hoy no tienen ellos para alimentarse, por eso buscan ir a Europa para tener una vida mejor. La gente se muere en esas pateras tratando de cruzar. Tenemos un buque que ayuda a rescatar gente en el Mediterráneo. Hay avisos de pedidos de socorro y los estados no los rescatan.
—Actriz, directora o productora: ¿qué preferís?
—La directora, creo que siempre me interesa más el armado, la visión general de lo que sucede en el escenario, me parece que eso es muy fuerte. La producción me viene muy bien poder hacerla porque no tengo conflicto, pido y van a estar de acuerdo. La actriz es mi parte más lúdica. Creo que tengo suficiente objetividad como para no ponerme en roles que no puedo hacer o que no me permitan dirigir. Tengo muy buenos asistente de dirección, stage manager, coreógrafo, director vocal y musical. Además, cuento con una cover que está en el escenario cuando estoy abajo dirigiendo que es Fátima Seidenari y también me reemplaza en el elenco si viajo.
—¿Es el espectáculo en la cartelera porteña con más músicos en escena?
—Me parece que los musicales deben contar con orquesta, pero si hay gente que tiene ganas de producir y no puede crearlo como en Broadway, Londres o España tratan de hacerlo igual. Eso es inherente al espíritu humano, querer hacer lo que uno sueña. Y si no te alcanza la plata: ¿quién soy yo para juzgar?
—Empezaste a ensayar “Come from away” antes de la pandemia, pero después tomó otro significado…
—Sí, cuando volvimos tenía un significado especial, Tengo esta sensación pospandemia que si ahora llegan extraterrestres y aterrizan lo viviríamos como algo normal. Quedó una sensación de que todo puede pasar. Esta obra habla de la humanidad porque por más que haya pasado en Canadá no es ajeno. Es parte de nuestra civilización. Me parece que tomó otra perspectiva el tema de la comunidad, por haber estado aislados.
—Cuando estrenaron no había guerras, ahora hay dos: ¿cambia la lectura?
—Hay una frase maravillosa que dice: “donde hay odio que haya amor”. Esa canción hoy la escuchás y te emociona. Cuando estrenamos había gente con barbijos puestos. Soy de las ingenuas que creí que la pandemia nos iba a ser mejores, ahora veo que no, que cada vez hay más guerras. Creo que el mundo está en manos de gente loca. Realmente Trump y Putin son un peligro tremendo. Es una inquietud constante y no sé dónde vamos a parar. Votaron estos presidentes: ¿qué podemos hacer? Son violentos. Es realmente muy preocupante el futuro.