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La resistencia de los cuerpos

Siempre hay un motivo para resistir con y desde el teatro.

Estrenada hace más de 30 años, pero con la fuerza de la vigencia.

Eso es precisamente Rojos Globos Rojos de Eduardo “Tato” Pavlovsky.

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La resistencia con los cuerpos en el escenario. Resistencia ante la amenaza, de un posible cierre del teatrito de estos tres artistas. Por no poder pagar el alquiler, ni la luz, ni el gas. Sin embargo, viven y se desviven por actuar. Porque cada función la sienten con la pasión de un estreno. Es que no saben hacer otra cosa, no quieren hacer otra cosa, más que actuar.

Pero el peligro no es sólo quedarse despojado de su espacio. Lo tremendo es la incertidumbre, la angustia, de no saber si en la próxima función, acompañará el público, si se venderán entradas. Lo dice el Cardenal en la obra: “Sin público no existimos”.

Este viejo actor que quiere morir actuando. Porque solo en el escenario, es donde encuentra y puede vivir en libertad.

Y de apoco se va animando y nos cuenta sobre su vida. Aparecen sus miedos, sus amores, sus derrotas, sus sueños. Todas sus cuitas las muestra con humor. Nos divertimos con él, nos reímos con él. Pero no sabemos a ciencia cierta, si nos cuenta la verdad o nos miente, para ver cómo reaccionamos.

Eso sí, no está solo en todo este viaje. Lo acompañan Las hermanas Popis. Tampoco sabemos bien quiénes son en realidad. Lo vamos descubriendo o, mejor dicho, lo deducimos de lo que escuchamos. Siempre se juega con el medio decir o el decir a medias. Una especie de balbuceo, como le gustaba decir a Tato. Aunque a veces digan mucho más de lo que quieren decir. Pero si prestamos atención, Las Popis lo resignifican al Cardenal. Y nos revelan, lo que él por pudor, quiere ocultar al público.

Rojos Globos Rojos es más que Rojos Globos Rojos. Porque como director, tomé algunos diálogos, frases y escenas, de otras obras de Tato. Entonces, aparecen fragmentos de Cámara lenta, Potestad, Cerca, La muerte de Margarite Duras, Paso de Dos, entre otras.

Siendo del propio mundo dramatúrgico del autor, y con una fuerte temática existencial, los nuevos textos que se sumaron a la versión original, le aportaron una importante profundidad. Quedaron como si siempre hubieran estado ahí.

Recuerdo cuando a Tato alguien le pedía algún consejo, alguna pista de cómo dirigir sus obras, siempre contestaba que no había nada fijo. Que tenían que hacer la experiencia. Y como fiel admirador de Gilles Deleuze, alentaba al director a jugar, a multiplicar la obra. Significaba entonces, que había que encontrarle al texto nuevos sentidos. Nuevas conexiones con lo cotidiano, con el presente. Eso es justamente el trabajo que me propuse a la hora de poner en escena este texto. A modo de rizoma, los temas de la obra aparecen y se multiplican. Se van desplegando. Se genera a través de los personajes una polifonía, con textos fragmentados que van del pasado al presente. Un recuerdo que lleva a otro y a otro. Y nunca sabemos si es real o solo es la imaginación de los personajes.

La puesta en escena la pensé despojada. Solo el apoyo de una iluminación muy ajustada de Horacio Novelle, para crear climas. Y un vestuario que connota la situación de los personajes. Esto, con la finalidad de que nada distraiga la atención de los diálogos y las actuaciones grandilocuentes. Acciones mínimas, que no hacen más que realzar la intensidad del texto.

A través de Las hermanas Popis iremos descubriendo quién es el Cardenal. Con profundas actuaciones de Gabriela Perera y Marta Igarza. Y encarnando al Cardenal, Raúl Rizzo, quien nos pasea por todas las emociones, desde un personaje que parece escrito y pensado solo para él.

Los tres artistas han sabido captar y nos sumergen en el imaginario mundo pavlovskiano. Una dramaturgia que tiene influencia del teatro de Beckett y del humor de Ionesco.

En fin, una obra que invita a pensar y reír, ya que el texto no deja de ser una reflexión de lo humano, demasiado humano.

*Director de Rojos Globos Rojos.

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